Por: Victor Rujano Bautista (contacto: cimas.org@gmail.com)
A puertas de la celebración de la Conferencia de las Partes número 30 (COP30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, que tendrá lugar en el mes de noviembre en Belém do Pará, Brasil, los ojos del mundo se enfocan en este foro, sin duda el más importante para la diplomacia climática global, ante la presión de la sociedad civil y las promesas incumplidas en las anteriores reuniones. Será una oportunidad para redefinir los compromisos, pero sobre todo para poner a prueba la credibilidad y utilidad de estas instancias multilaterales frente a la crisis climática mundial.
Tras la firma del Acuerdo de París en el año 2015, cada Conferencia de las Partes ha sido una oportunidad para medir y aumentar los esfuerzos nacionales e internacionales para combatir las actividades antropogénicas que influyen en el cambio climático. Sin embargo, el balance no ha sido del todo esperanzador, en tanto muchos países han quedado rezagados en el cumplimiento de sus obligaciones, e incluso han retrocedido en la implementación de medidas para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. El mencionado acuerdo establece un compromiso global para limitar el aumento de temperatura media del planeta por debajo de los 2 °C, exigiendo metas ambiciosas a los países parte, quienes deben presentar y actualizar periódicamente sus planes de acción climática.
El hecho que la próxima reunión de las partes se celebre en Brasil, aumenta las expectativas regionales, en particular centrando la atención mundial en uno de los pulmones más importantes del planeta: la Amazonía, como un ecosistema clave, que cubre aproximadamente el 40% del continente sudamericano, y donde confluye la mayor biodiversidad de la tierra, pero que también ha sido víctima del impacto de actividades mineras ilegales, la deforestación, incendios forestales y el desplazamiento de comunidades indígenas. Se espera, pues, que los países de la región lideren las negociaciones con el ejemplo, presentando compromisos ambiciosos y facilitando un diálogo coherente y constructivo.
A pesar de estas altas expectativas, no se puede ignorar la realidad: hasta ahora, los compromisos mundiales para enfrentar la crisis climática han sido insuficientes, y las Conferencias de las Partes anteriores han puesto en evidencia la brecha existente entre los países, particularmente en cuanto a sus responsabilidades diferenciadas y a las limitadas capacidades y recursos para responder eficaz y oportunamente ante el cambio climático. Estas realidades geopolíticas y económicas, sin duda, van a moldear las negociaciones en Brasil; pero, más allá de los desafíos diplomáticos que estas reuniones implican, la carga mayor la siguen manteniendo los países, pues sin su compromiso y voluntad para actuar enérgicamente ante esta problemática, se hará mucho más difícil y largo el camino para acercarnos a los objetivos planteados en el Acuerdo de París.
Los retos a superar son complejos: la reciente salida de los Estados Unidos de las negociaciones climáticas mundiales, las múltiples críticas hacia las Conferencias de las Partes, la falta de mecanismos vinculantes de implementación y la insuficiente acción de los países parte, han hecho que los objetivos planteados en la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático y ampliados en el Acuerdo de París se tornen más lejanos. No podemos olvidar, sin embargo, que la crisis climática no se detiene, y nos incumbe a todos actuar y cooperar para lograr un futuro más sostenible y próspero, es un imperativo para la protección de la vida en el planeta.
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