Por: Victor Rujano Bautista (contacto: cimas.org@gmail.com)
Desde el año 2022, oficialmente se dieron inicio, en el seno del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las negociaciones para un tratado vinculante para poner fin a la contaminación por plásticos. Hasta ahora, los esfuerzos liderados por este organismo han resultado insuficientes para concretarlo. ¿Será posible que éste 2025 sea el año en que se logre el Tratado Global de Plásticos? Aquí exploramos las generalidades de las propuestas, sus fortalezas y los retos que enfrenta en un planeta ahogado por 430 millones de toneladas de plástico al año.
La resolución 5/14 firmada en Nairobi, Kenya, fue el punto de partida de las negociaciones para abordar la crisis global de contaminación por plásticos mediante la creación de un instrumento internacional legalmente vinculante. Dicho documento reconoce que el plástico, especialmente en el medio marino, es una amenaza creciente para el ambiente, la salud humana y las economías, y que las medidas actuales han sido insuficientes. Asi mismo, se creó el Comité Intergubernamental de Negociación (INC) para desarrollar el tratado, estableciendo un plazo para completar el trabajo para finales de 2024, lo cual claramente no fue posible.
En el último borrador del instrumento disponible públicamente, se propone reducir la producción de plástico en un 40% y prohibir químicos peligrosos, pero los detalles de su implementación aún están en el aire. Mientras que la promoción del principio precautorio y “el que contamina paga” son acertadas, la falta de sanciones claras y un fondo financiero sólido pueden generar escepticismo. Los tratados internacionales en materia ambiental se han caracterizado por mucho tiempo por sus buenas intenciones, pero para cambios reales se necesita mucho más que eso, y el compromiso de cada país es fundamental para enfrentar esta grave problemática.
Países como Colombia, ya han establecido leyes en su ordenamiento interno que se alinean con los objetivos que se esperan lograr con el Tratado Global de Plásticos, haciendo referencia específica a la Ley 2232 vigente desde el año 2022, que se propone la reducción de la producción y consumo de plásticos de un sólo uso a nivel nacional, y con ello disminuir la basura de estos productos de forma progresiva. En otros países, especialmente en Asia, la contaminación plástica se ha hecho prevalente, con implicaciones negativas para la salud humana y afectando otras especies de manera desproporcionada. Si el tratado entra en vigencia, se esperaría una adaptación en las políticas públicas y legislaciones internas que permita poner un freno a la contaminación plástica y el incentivo de alternativas a los productos e insumos desechables de un sólo uso.
La siguiente ronda de negociaciones del INC está agendada para realizarse en el mes de agosto en Ginebra, y luego del fracaso de los últimos encuentros para concretar el instrumento vinculante, la presión internacional aumenta. Lo cierto es que, para frenar la contaminación plástica, no sólo hace falta el compromiso de los Estados enmarcado en en un posible tratado, y si bien son necesarios los lineamientos que un instrumento internacional puede brindar, la responsabilidad principal sigue estando en manos de los países, para aplicar las medidas y políticas acordes a la gravedad de este problema.